En mi opinión, la identidad digital tiene una relevancia creciente, que muchas veces nos pasa desapercibida. Forma parte de nosotros mismos, y es algo que tendemos a olvidar. Es necesario estudiarla con cierto detenimiento para comprender mejor su repercusión.
Existen diferentes acepciones de "identidad digital". De hecho, algunos autores como
Córica (2013) tratan de ser eclécticos y se centran en tan solo dos acepciones: la asociada a la imagen y el lugar por la que un individuo es reconocido en la comunidad virtual, y la asociada a la huella digital. Sin embargo, aunque
Córica (2013) sugiere quedarse con la primera de las acepciones, en las aportaciones de la mayoría de los autores consultados ambas acepciones llegan a confundirse.
Torres y Santa (2013) definen la "identidad digital" como "el conjunto de rasgos que caracterizan a un individuo o colectivo en un medio de transmisión digital". No obstante, recuerdan que "la identidad digital no existe a priori", por lo que debe ser creada y vinculada al "individuo o colectivo mediante las herramientas web 2.0".
De acuerdo con
Castañeda y Camacho (2012), la identidad digital tiene una "parte personal" y una "parte social". Así, la "parte personal" de la identidad digital se configura por lo que "hacemos" en la red; y la "parte social" deriva de las "relaciones" que establecemos en la red. A su vez, estas "relaciones" se compone de dos dimensiones: las influencias que ejerce nuestro entorno, y las que ejercemos nosotros sobre él. Este entorno influye en nuestras decisiones. Además recoge las "huellas" que vamos dejando, y estas son utilizadas por terceras personas para formarse una "imagen" acerca de nuestra personalidad, gustos, creencias...
Asimismo,
Llorens (2011) le otorga también una especial importancia a lo que "hacemos" en la red, y las "huellas" que vamos dejando. En este sentido, señala que "la identidad digital se construye a través de producciones, no a través de afirmaciones".
En relación con la importancia de la "identidad digital" para los docentes,
Llorens (2011) sostiene que existe un fuerte vínculo entre la "identidad digital" y la "innovación educativa". Explica que los "servicios comunicativos" son cruciales para formación e la "identidad digital", y que a través de estos es posible promover la educación en valores. Considera que las redes ofrecen muchas herramientas de las que los docentes pueden servirse para fomentar la colaboración del alumnado.
Del mismo modo,
Torres y Santa (2013) consideran necesario estimular "la educación activa y participativa del estudiante" para facilitar la "adquisición de competencias digitales" de "todos los actores partícipes de la educación". Es decir, tanto docentes como discentes. Para ello, proponen una transformación de los modelos tradicionales de docencia hacia "modelos más flexibles abiertos y participativos". En concreto, hacia los Entornos Personales de Aprendizaje o PLE (Personal Learning Environment).